Emilio Vargas. Efectivo y sin alarde
Es posible que en nuestro medio sean contados los interiores de la calidad de Emilio Vargas. Rápido, de cintura flexible, conocedor del pase, oportuno en el quite, sin egoísmos y sin esperar hacer una labor estrictamente personal, es dentro del quinteto de ataque aliancista, el verdadero "peón". Acaso, uno de los sacrificados en el ansia de conseguir la victoria para el cuadro sin procurar el brillo personal.
Cuando llego a entrevistarlo, encuentro al siempre bullicioso y magnífico local "íntimo" en plena efervescencia. Grupos de muchachos y jóvenes, la hinchada victoriana, amontonados ante la puerta, forman corrillos y algazara. No faltan los chistes…
—Van a entrenar los muchachos... —dice alguien por allí.
Y un moreno viejo y hablador, moviendo la cabeza.
—¡Ah, estos negros...! —exclama. —Los "ancianos", dirías mejor...
Dejo las sonrisas vagando en el aire. Y los grupos esperando a los ídolos. Entro. Félix Castillo, se presenta a la vista. Lo abordo.
—Llegó Vargas...
Duda.
—Ah, si —responde—. Por ahí debe estar... Luego, con solicitud, llama: ¡Vargass... Vargass...!
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Emilio Vargas, interior derecho del Alianza Lima. Fuente: Equipo. |
No ha acabado de dar las voces cuando se acerca Emilio. Ya junto a mi lo pongo al "corriente de la situación".
—Para un reportaje... encantado, dice con amplia sonrisa. Y prosigue: ¡Caramba! Cómo se está realizando todo...
—¿Cómo todo...? —pregunto.
—Claro! contesta. Cuando estaba en Pisco, yo soy de allá, —remarca con orgullo— soñaba con poder jugar alguna vez en un club de primera de Lima. Y vea, ahora lo hago... Y más aun, hasta me hacen reportajes. Los sueños también se hacen realidad a veces.
—De eso que no te quepa duda —le digo—. Allí tienes tu caso. Y, qué recuerdos guardas de la tierra?...
—De Pisco... muchos y muy buenos. Y cómo no tenerlos cuando allá empecé a jugar. Todo lo que soy lo traje de la "aldea". Y era hermoso cuando defendía al Buenos Aires y al Mancera en los matchs con los otros clubs infantiles.... Sin embargo, le diré para los dos, que es por los "pichines" del Víctor Bielich, por los que tengo un gran "camote". Tan grande que debo compartir con el cariño que siento por el Alianza.
—Y me puedes explicar por qué le tienes tanto amor...?
—Pues, porque el Bielich es el club de la familia. Vea: mi padre es presidente, un tío tesorero, otro tío...
—Basta, basta, Eimilio —corto yo—. Comprendo. Pero pasemos a otra cosa. ¿Estudias o trabajas?
—Estudio. Quiero ser contador. En lugar de estar vagando por las calles en las horas libres me voy a la Escuela. Y como el señor Garbin, que es Vicepresidente del Club, nos da facilidades, pues... adelante…
—Y, cuál prefieres, ¿el fútbol profesional o el amateur..?
—Vea, ese es un punto que debe tratarse despacio. Pero le diré: considerando nuestra actual situación, es preferible profesionalizarse. A nada conduce la situación incierta en la que estamos ahora. Las cosas a medias jamás han dado buen resultado.
—Y las defecciones del Alianza, ¿a qué se deben...?
—Francamente, no sé. Nosotros entrenamos. Todos. Y fuerte. Con una libra se multa al que no viene a las prácticas. Y luego Don Adelfo —se refiere a Magallanes— es gran entrenador y un hombre muy bueno. Pero parece que nos persigue la mala suerte. Desde que llegamos de Colombia no hemos acertado una... Nos falta un hombre que remate —dice pensativo. Y se anima— ¿se dió cuenta en el encuentro con la "U"?. Felizmente, el "cholo" Herrera vuelve al centro de la línea...
—¿Cuándo empezaste a jugar?
—En 1939. a los 13 años de edad.
—¿Y tu primer internacional...?
—Fué frente al Chacarita...
—¿Has hecho alguna jira...?
—Si, a Colombia. Precisamente caímos a Bogotá por segunda vez en los días de la revolución. ¡Caracho! qué si nos la vimos bien negras… Felizmente, todo acabó bien.
—Y el balance de la jira cuál fué...
—Bueno. Siete partidos ganados y dos perdidos.
—Te gustaría jugar en otro puesto, aparte de interior?
—Nó, nó! grita escandalizado. Yo nací en el fútbol de interior derecho y allí me quedaré. Es el mejor puesto. Uno trabaja a su manera, con sus propias ideas. Es el lugar donde se tiene más libertad para desenvolverse...
—Entonces... ¿no estás de acuerdo con las tiranías de las nuevas tácticas. Con la marcación de hombre a hombre...?
—No digo eso. Me parece que en momentos determinados una táctica señalada puede servir... Sin embargo, considero que una delantera rápida, de juego rasante, que combine con pases cortos y sin descanso puede destruirlas...
Estábamos conversando al fondo del local. Lejos de todo el bullicio. Y al cabo de estos rápidos cambios de ideas consideré, para mí, que la charla entraba en calor. Empero, alguien llamó afuera. Urgía. Había llegado la hora de entrenar. Y se imponía dar por terminado el reportaje. Así lo hice. Y mientras descendía las escaleras despidiéndome de Emilio Vargas, el cuadro victoriano en pleno, con Herrera, Legario y algunas caras nuevas y desconocidas, salía hacia la Hacienda Higuereta a cumplir con el ejercicio del día...
*Entrevista de Silvano a Emilio Vargas. En EQUIPO, Viernes 25 de Junio de 1948.
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