Varleiva: ¡Lágrimas por el maestro Alejandro Villanueva!

Cuartel Santa Aurelia. Nicho 111. Una dorada pelota de fútbol, que reluce al fulgor de unas velas que se consumen. Una viuda que llora, rodeada de sus hijas, aromada en incienso y flores por el día de "Todos los Santos".

La gente pasa. La miran con curiosidad. Pocos saben que aquella mujer, sobre cuyo rostro marchito desfilan muchos años, es Rosa Falcón, que fuera esposa del Maestro de Maestros del Fútbol, Alejandro Villanueva.

Triste ironía del destino. Ayer ídolo de multitudes, ahora un puñado de tierra, tras un nicho solitario, marcado con una pelota metálica, reluciente.

No están sus amigos.

No están quienes lo vieron en sus épocas de oro.

No están sus familiares lejanos, que le pedían entradas para ir al fútbol.

No están los dirigentes que se valieron de él.

No está la patota. Los negros cundas. Los criollos, los cholos, los blancos, los pobres, los ricos, que se ufanaban de ser amigos de Villanueva.

Ayer apoteosis, heroísmo, vitalidad...y hoy, nada. Sólo recuerdos. Una viuda que llora. Tres hijas que suspiran.

Alejandro Villanueva murió el 11 de abril de 1944, en una humilde cama del Hospital Dos de Mayo.

Esa madrugada del 11 de abril, se acabó la vida de un genio del gramado, del más grande futbolista que ha tenido el Perú, hasta hoy, salvando a Lolo Fernández.

Su muerte fue lenta. Su vida fue corta. Tan fugaz como sus noches de holgorio. 

En su lecho de dolor, Villanueva intentaba aferrarse a la vida. Apretando su crucifijo, pronunció sus últimas palabras, intensamente dramáticas: "No quiero morir". "Necesito vivir".

Faltan tres días para que se cumpla un cuarto de siglo de aquella escena, en el Hospital 2 de Mayo.

Y mientras pasa este tiempo, nosotros les traemos algunos recuerdos en este apunte de un periodista que fue amigo suyo: Víctor Rodríguez Leiva.

Villanueva supo empinarse como un maestro en el arte difícil de dominar la pelota. Pocos futbolistas como él supieron deleitarnos con sus arabescos y la concepción genial de sus jugadas. Su habilidad balompedística adquirió perfiles arrolladores y nunca necesitó del juego innoble para burlar al adversario.

Con su gallardía de crack insuperable se mostró siempre maravilloso dentro del field. Avanzaba serenamente hacia el sector enemigo, eludiendo rivales con su juego rítmico de cintura; y en los momentos apremiantes para la valla enemiga, surgía el pase preciso o la jugada maestra que originaría el gol. Las tribunas "aliancistas" explosionaban de júbilo y el nombre del eximio jugador era coreado estruendosamente; casi con delirio multitudinario. "El Maestro" jugaba y hacía jugar. Por eso nos pareció extraordinariamente maravilloso.

Alejandro Villanueva nació el 4 de junio de 1908 en la pintoresca barriada de Malambo. Para ser más exactos en el Solar de "Santa Rosa". Fueron sus padres don Mamerto Villanueva y doña Melchora Martínez.

Alejandro Villanueva a los 23 años de edad, que conservaba su viuda; en la siguiente integrando el equipo de Alianza de 1926; están con él, Valdivieso, Juan y Miguel Rostaing, los García, José María Lavalle, Chang, Quispe... Fuente: ¡Arriba! Alianza, No. 9, p. 34.

Su niñez transcurrió en las polvorientas calles bajopontinas, para después enrumbar por los dominios de Maravillas, Barrios Altos. Allí se inició como jugador en el club "Los Hijos del Sol". Después pasó a las filas del Nacional No. 1, jugando en este instituto como zaguero derecho. Un día lo llevaron al Teniente Ruiz, pero en este club duró muy poco porque los dirigentes del Alianza Lima se aseguraron su valioso concurso en 1926. Villanueva contaba apenas 18 años y en la siguiente temporada, debutaba como internacional en el Campeonato Sudamericano de Lima.

Desde aquel torneo continental comenzó su campaña prolífera en el campo internacional. Conoció muchos países, se saturó de otros ambientes, paladéo los oropeles de la fama y también se embriagó de placer en sus largas noches de bohemia.

Su carrera deportiva se desarrolló entre el vértigo de triunfos y aplausos; halagos y satisfacciones. Paseó su estampa de crack por Centroamérica, Chile, Uruguay, Argentina, Colombia. Conoció la vieja Europa, enfrentándose a gringos corpulentos y avezados.

En esta nota evocativa renovamos nuestro homenaje de admiración a quien cubrió una era rutilante de nuestro fútbol antañero. Su recuerdo nos hace retroceder al pasado para revivir sus hazañas memorables. Y surgen en nuestras retinas sus actuaciones libradas frente al Sportivo Buenos Aires, Atlético Tucumán, Olimpia del Paraguay, Bellavista de Montevideo, Alajuela, Hayduck, Gimnasia y Esgrima, Velez Sarsfield y otros tantos equipos foráneos. Si nos parece enjundioso y cerebral en este match contra Velez. Apilando defensas y burlando con picardía criolla a ese half centro llamado Volante, en una tarde magistral.

Villanueva se mostró siempre señorial y portentoso en su juego. Esa prestancia ła exhibió en todas las canchas del orbe; ya sea en los campos de Costa Rica, Chile, Buenos Aires, Berlín y Bogotá; o en los lejanos fields europeos, donde "El Maestro" fuera integrando aquel famoso escuadrón del Combinado del Frigorífico.

Nunca cambió la "albi-azul de Alianza Lima. En este club surgió a la fama y allí terminó su dilatada trayectoria futbolística. Antes de su retiro dió prueba cabal de su fidelidad. Jugó en "El Potao" cuando la institución descendió de categoría. Sus energías comenzaban a flaquear, pero no supo mezquinar esfuerzos en la lucha por el retorno de su querido club a la división privilegiada.

Dos años después siguió alternando en el equipo superior, pese a que su físico reclamaba un descanso. Estaba enfermo y necesitaba reposo. Al poco tiempo de su alejamiento de las canchas se siente mal. La fiebre que antes invadía su rostro fue tornándose más aguda. Y vino la tos, los bacilos, etc. Debió guardar cama y someterse a tratamiento médico.

El mal seguía minando su cuerpo y entonces es recluído en el Hospital Dos de Mayo. Villanueva acepta resignado el trance. Espera sanar. Tiene fé en curarse y cuando experimenta una mejoría su creencia es más firme.

Súbitamente, su dolencia física se agrava. No obstante, el crack mantiene inalterable su fé. Se lo dice al religioso y a la abnegada esposa que lo acompaña en sus horas de delirio. Antes de su muerte lucía el rostro fatigado, pero con la esperanza latente en sus pupilas. Daba la impresión de vivir el momento supremo. Esa lucha contra la muerte se tornó tenaz entre la noche del 10 y la madrugada del 11. Fue una batalla tremenda contra el mal. Finalmente, el ídolo cerró los ojos musitando el dulce nombre de su madre, esposa e hijos. No esbozó ninguna protesta; murió con resignación e invocando el nombre de Dios.

Todos los años, el 11 de abril, muy poca gente se congrega en la tumba de Alejandro Villanueva, cuya lápida ostenta una pelota de fútbol; un esférico que sintetiza la pasión permanente de su vida y con el cual realizó los arabescos mas asombrosos.

En el desglosar interminable de las hojas del almanaque llegamos a conmemorar 25 años de la muerte de Alejandro Villanueva, el más eximio y talentoso de los futbolistas peruanos.

"El Maestro" fue un portentoso jugador. El único que excepcionalmente pudo reunir las más extraordinarias virtudes para triunfar en el deporte: talento, destreza, dribbling y picardía criolla.

Famosos players de la "guardia vieja" hablan de Villanueva, expresando que su paso por las canchas constituyó un verdadero espectáculo de habilidad y sapiencia.

“Caricho” Guzmán 

Villanueva ha sido uno de los más excepcionales artífices del fútbol. "El Maestro" impuso su genialidad y su talento. Admiré la grandeza de su juego, pero sufrí moralmente cuando me tocó reemplazar a quien precisamente había admirado en mi niñez. Dominó la pelota a su antojo, brindándonos demostraciones de magia futbolística. Además, era generoso y bueno. Será difícil olvidarlo.

Lolo Fernández 

Muchos años jugué a su lado; sobre todo, en el extranjero y donde pude apreciar su real capacidad. 

Jugador de clase, que surgió con perfiles consagratorios, Villanueva no necesitó mucho para llegar al corazón del pueblo. Le sobró calidad, ingenio y picardía. No encuentro palabras para definirlo en toda su magnificencia. No obstante, expreso mi gran admiración hacia el crack que otrora me abrió el camino para saborear mis mejores éxitos.

Considero que el desaparecido jugador ha sido lo más extraordinario del balompié nacional. Su juego se afirmó en sus atributos personalísimos y en la gama de sus grandes recursos. Poseía el don de la genialidad y así pudo brillar esplendorosamente. Fue inimitable.

Juan Criado

Actué en la época de Villanueva y pude aquilatar su valía insuperable. Brilló en todos los fields; especialmente, en los foráneos y donde hizo exhibiciones de su destreza balompedística. Villanueva jugaba y hacía jugar. Infundía ánimo y no le gustaba perder.

Por eso lo admiré y lo seguiré admirando. Su clase no podrá ser superada.

Juan Quispe 

¡Alejandro Villanueva...!. Un verdadero maestro. Gran jugador y excelente amigo. Cuando jugué a su lado aprendí muchas cosas. Era un portento de sabiduría.

Difícilmente saldrá un jugador de los kilates de Alejandro. Creo que "Manguera" se adelantó a su época. Señorial, preciso en los pases, tenía además don de mando. En el Alianza Lima fue inimitable.

Así era él 

Alto y desgarbado. Sincero a carta cabal. Enemigo de la publicidad. Así fue en vida Alejandro Villanueva.

Muchas veces se dijo que "El Maestro" era hostil con el periodismo. Nada más cierto. Su modestia y timidez lo impulsaba a rehuir a los periodistas; sobre todo, cuando lo asediaban después de los triunfos del conjunto victoriano.

Nunca se consideraba ídolo y justificaba las victorias "aliancistas" como esfuerzo mancomunado de todos los jugadores. Aún más. Cuando perdía el cuadro levantaba la moral de sus compañeros de equipo y les infundía optimismo.

Leal compañero y gran amigo. Villanueva hizo un culto de la amistad. Cuando llegaba al club un jugador nuevo lo orientaba y era su fiel consejero. Así surgieron "El Cholo" Morales, Magallanes, Quispe, Puente y otros tantos jugadores a quienes estimuló en la dura lucha para ascender al pináculo de la fama.

Tuve muy pocos amigos. Sencillamente, porque Villanueva sabía seleccionar sus amistades. Por eso también se dijeron muchas cosas. Que era un engreído, petulante y prepotente. Sin embargo, quienes lo conocimos y lo tratamos pudimos comprobar toda la grandeza de su alma.

Villanueva era un "niño grande". Franco como ninguno. Y su risa abierta reflejaba la bondad de su sentimiento. Generoso, bueno, se compadecía del dolor ajeno y ayudaba a quienes necesitaban un auxilio moral y económico. A sus amigos les tendió la mano protectora y les daba resignación con la clásica frase: ¡Así es la vida, hermano!. 

(1) Víctor Rodríguez Leiva, usaba el seudónimo de Varleiva.
(2) Varleiva (8 de abril de 1969). A 25 años de su muerte ¡Lágrimas por el maestro Alejandro Villanueva. ¡Arriba! Alianza, pp. 32-34.

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