Semblanzas del Pasado. Juan Rostaing
No todos los hombres que salen al grass cuando se juega un partido de fútbol lo hacen de igual manera. No. Unos tienen un modo armonioso, con abundante adorno y generoso derroche de vistosidad. Otros, en cambio, actúan secamente, dando el pase justo y el puntapié exacto. Al parecer, tratan de mostrarse lo más serios posibles, y de impresionar al espectador con su adustez, con su parquedad.
Claro que unos y otros poseen sus partidarios entre la multitud que puebla las tribunas. Y es cierto, también, que entre los parciales de cada grupo estallan continuamente dimes y decires que terminan, las más de las veces, en gruesos escándalos y trompeaduras. Sin embargo, es igualmente innegable que los primeros, o sea aquеllos que prefieren el adorno a la seriedad, son los que cuentan y han contado siempre con las mayorías entre el público. Y es que a la masa la cautiva y la subyuga más que la presentación recta, llana y cumplidora, la oropelesca y enjundiosa demostración de una actividad.
Un ejemplo palpable de ello está en aquel once aliancista que logró calar hondo en el alma de la hinchada hace ya una buena cantidad de años. Sus integrantes dueños de un juego pícaro, movido, zumbón se apoderaron sin mucho esfuerzo del entusiasmo de los aficionados. Y sus jugadas, como un recuerdo glorioso e irrepetible, han quedado grabadas en las retinas de los que las vieron. Lavalle, Montellanos, Neira, los García, Valdivieso, Zegalá son nombres cincelados en el recuerdo. Figuras grabadas a fuego en el corazón del fanático. Pero junto a las de ellos la silueta recia y tosca, parca y efectiva de Juan Rostaing parecía quedarse sola, seriamente triste, en un equipo en que la alegría y el regodeo andaban unidas a la calidad práctica y a la certeza brusca y violenta del gol.
Fué por el año de 1917 cuando apareció Juan por vez primera en las canchas. A decir verdad, a él, el balompié le interesaba muy poco. Sus entusiasmos estaban con el atletismo. Sus afanes con el deseo de correr veloz sobre la pista blanda. O sobrepasar en salto audaz y arriesgado, la pértiga alta y horizontal, con la ayuda quebradiza de la garrocha. Empero el convencimiento encarnado en la figura de su hermano Miguel pudo más que sus anhelos. Y un día vióse, calzando los "chimpunes", en el terreno verde de Santa Beatriz dispuesto a defender la camiseta sencilla y joven del Deportivo Marañón.
Para que en algo estuviera de acuerdo con sus aficiones, lo pusieron de wing. Allí en la punta izquierda podría correr. Escaparse —cuando lo deseara— al half. Como tenía cariño por la carrera podría hacerlo. Y lo probaron. El resultado fué bueno. Y mientras jugó por el "Marañón” su puesto fué wing. Siempre en la punta izquierda.
![]() |
Fuente: Equipo. |
Con el transcurso del tiempo el wing pequeño fué creciendo. Asentando sus cualidades. Haciendo notar su calidad. Otra institución chica, el "Huáscar", demandó por esos meses su concurso y Juan sin hacerse de rogar pasó a él. Debutó en el once nuevo, de half, en el extremo opuesto. Y así jugando de medio derecho quedó hasta que requerido por "Alianza" hubo de estrenar en la entidad "negra".
1922 fué el año que hizo su primer partido por el cuadro "íntimo"." Como Coquelet, gran back, debiera jugar por el Ciclista, su nuevo club dispuso que actuara en la zaga. Formó pareja con esa figura de nuestro fútbol —ya desaparecida— que se llamó Dextre y que entre sus amigos discurría con el curioso apelativo de "Pan Francés".
A partir de este momento, Rostaing no vivió ya sino para Alianza. Su cariño por este cuadro fué neto. Hondo. Sincero. Podían venir divergencias que no faltan y hasta disputas que hacen reñir. Pero sus entusiasmos quedaban incólumes. No admitía dudas sobre su lealtad. Y cada vez que salió a la cancha defendió la camiseta de su club con amorosa decisión y sobria serenidad.
Hasta 1936, año en que se retira obligado por una seria lesión, permaneció en la entidad victoriana. Batalló por la chompa rayada contra el Lima Cricket primero, contra los conjuntos uruguayos que llegaron, después. Y, cuadros luego, frente a todos los cuadros de otras tierras que vinieron a la nuestra para sostener partidos internacionales. Así mismo con "Alianza Lima" salió en jira por diferentes países. Visitó el norte de América del Sur y Centro América. El país que más lo impresionó por la calidad de su fútbol fué Méjico. Y en Chile realizó al igual que su eleven exitosas campañas.
Formó pareja con casi todos los backs de su tiempo. Con Soria —"El Doctor"— y Víctor Lavalle, en "Alianza"; con Carlos Moscoso para actuar por la "Liga Limeña", y con Alfonso Saldarriaga —"El Sereno"— reforzando la escuadra del Buenos Aires Callao.
En una época que vió valores formidables en la zaga, Juan pasó modesto, sin alardes, consciente de su juego, desenvolviéndose sólo para su cuadro. Jamás gustó del bullicio. Y siempre anduvo alejado de las manifestaciones sonoras. Como es él, fué su juego: sobrio, parco, escueto, exacto. Actuaba retrasado, cerca de su arco, cual un guardián fiel y desconfiado. Tenía el quite seguro, franco, limpio. Recio y fuerte el shot. En las situaciones más apremiantes se conservaba sereno y tranquilo, midiendo al adversario, para despojarlo del balón en el instante preciso. Tenía un modo de jugar sobrio. Lo hacía para él. Para su cuadro. Nunca para las tribunas, Acaso por esto pasó inadvertido. Y borroso.
Le gustaba el tango, leía las revistas argentinas, su modelo era Bidoglio: por eso le decían "El Gaucho". Jugó cerca de dieciocho años. Se retiró porque una seria lesión impidióle seguir en el field.
*Moren, Augusto (24 de setiembre de 1948). Semblanzas del pasado. Juan Rostaing. Equipo, p. 6.
Comentarios
Publicar un comentario