Semblanzas del Pasado. José María Lavalle

En la foto vemos al "torbellino". Al hombre que como una tromba se "colaba" dejando estela de admiración y en ridículo a quien trataba de detenerlo. Don José de haber sido atleta velocista, hoy tendría, y para rato, los récords peruanos de 100 y 200 metros, pero no le gustaron los zapatos con clavos. Más le acomodaban los de "tapones". Don José fué, quizá, el hombre más querido en las tribunas populares. Tenía "hinchas" por millares y fué por ello que el "Alianza Lima" de otrora fuese un cuadro tan popular. Tenía su característica muy definida. Visto Don José en camiseta de foot-ball, era ya en sí un espectáculo. La lucía con gracia criolla y donaire muy particular. Era más ostensible aún cuando antes de iniciarse el encuentro hacía prácticas al gol. Se gambeteaba él mismo, corría la bola, la levantaba, cambiaba de pié y, finalmente, el shot que alguien tomaba para adentrarla a la red.

Jamás fué delgado y era sobresaliente en lo que comúnmente se denomina barriga. Y es que gustaba más de la buena mesa que del licor. Siempre tenía su "pato", su "gallinita" y muchas veces invitaba a sus íntimos al consabido "gato", que dicen lo preparaba maravillosamente porque conocía el secreto del vinagre y el tiempo preciso para el "adobo". Mantenían el equilibrio de su soberbio cuerpo las formidables piernas que como granito sostenían la robustez. Esas piernas gruesas, musculosas y de mucho nervio estaban cubiertas con gruesas medias de lana, tobilleras, canilleras y rodilleras blancas. A esto se agregaron los chuzos que marcaban "43". Cual enormes barcazas, eran terror de argentinos, terror injustificado por cierto, porque Don José jamás fué desleal ante un antagonista. La brusquedad no estaba en su cerebro. Tal vez la "brusquedad" estaba en los "bailes" y "marineras", porque con ésto, mal puedo decir, abusaba, pero sí ponía en ridículo a halfs y backs, porque con esas inocentadas dejó por los suelos a las más pintadas figuras de Argentina, Uruguay, Chile y Paraguay. 

Fuente: Equipo, 10 de octubre de 1947.

Los aficionados de antes, los que tuvieron la suerte de verlo actuar en nuestras canchas, los que lo siguieron ansiosamente por gozar, reírse y aplaudir, se perdieron lo más grande de su actuación deportiva. Fue en el Sudamericano nocturno celebrado en Buenos Aires el año 1937. El público bonarense se admiró de su figura, velocidad, dominio, picardía, shot y gracia. Ballesteros que era arquero y capitán del cuadro uruguayo gritaba como un loco: ¡se te escapa el grone!, ¡atájalo aunque sea con la mano!, ¡ese no es jugador, sino un fenómeno!. Efectivamente, Don José jugando de noche era una flecha, una flecha negra que lucía una impecable dentadura que parecía faros. Los orientales se asustaron y pocos eran los que se atrevían a meter sus "piernecitas" entre las jambas de nuestro criollo. Por todo ello, los mejores aplausos del público de la tierra sanmartiniana fueron para Don José. 

En Argentina se escuchó la voz de un hincha que fuertemente gritaba: "¡Apaguen la luz y veremos un cohete!”. Efectivamente, lo era así. Porque Don José se lució allí como en ninguna otra vez en su vida. Siempre destacó en los corners tan sabiamente ejecutados. Era Don José un maestro en ello y un arquero uruguayo tan famoso como lo era Ballestero, temblaba ante los servicios del criollo. Así ocurrió en aquel famoso encuentro Uruguay-Perú, cuyo primer tiempo terminó dos a dos en el citado Sudamericano. 

La picardía innata del futbolismo peruano tenía un digno representante en Don José. Porque la clásica "marinera", que es baile nacional, fué puesta al servicio del fútbol por él. La bailaba admirablemente y el público hasta se permitía el lujo de acompañar con las clásicas y sonoras palmas. Don José se engreía y aprovechaba para bailarla tan magníficamente que el contendor caía agotado en tierra haciendo el papelón más grande de su vida. Entonces, el público puesto de pié, reía sin cesar. Después venía la conmoción del aplauso y eran miles de manos que felices rendían culto de admiración y cariño al símbolo del criollismo en el Perú.

Hoy Don José vive feliz y fiel a su trabajo. Empezó manejando un camión de regadío cuyo tronar de llantas desniveladas conmovía los edificios por donde pasaba. Los muchachos al sentir el ruido no decían "viene el camión de riego", sino: "allí viene Don José". Efectivamente, estaba en el timón, tranquilo y feliz luciendo una hermosa gorra. A todos saludaba desde su locomotora. Para todos había una sonrisa. Ya ascendió de categoría. Ahora no maneja el camión-tanque. Ahora es jefe. Vive más tranquilo. Además, tiene sus "tierritas", no sé si suyas o alquiladas. Pero la verdad es que vive muy feliz rodeado no sólo del cariño de sus hijos y familiares, sino de sus amigos fieles que siempre están a su lado comentando su pasado tan feliz y tan de 24 kilates. Además, Don José tiene chispa única para contar sus cosas y gracia divina para sus cuentos y anécdotas. Cuenta con lo que siempre quería tener: sus “gallinitas", sus "patitos", sus "chanchitos". Gusta de la buena mesa. Por eso, está bien metido en carnes y muy feliz. Cuando le dicen: "Compadre, está usted barrigón", él contesta: "Mi plata, compadre, mi plata".

Queda para la nueva generación estas notas. Al asimilarlas, han de preguntar a los veteranos qué hay de cierto sobre lo de "Don José". Estoy seguro, que la relación será mejor, tendrá más colorido y firmeza, porque Don José María Lavalle es único en nuestra historia deportiva y muy digno de colocarlo entre los criollos más netos que ha brindado a la posteridad la laberintosa y chismosa Lima.

*Artículo públicado por un periodista de la revista Equipo bajo el seudónimo de "el Amigo Olímpico". En Equipo, Año I, No. 15, Lima, Viernes 10 de Octubre de 1947.pp. 10 y 34.

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